19.11.04

Capítulo XV

Al día siguiente, en la facultad, hice todo lo posible por ver a Nájera, pero parecía habérselo tragado la tierra. Ilocalizable. Así que no pude consultar con él sobre la posibilidad de que Pablo del Río apareciera en el Archivo de Indias. Comenté el asunto con Pereira.
—Y... ¿para qué quieres consultar el archivo de Indias?
—Veras: a ese librero parece habérselo tragado la tierra, ¿verdad? Sin embargo, después de lo que te conté, estarás de acuerdo conmigo en que se trata de un impresor real, y no de una falsa cuna bajo la que se publican obras prohibidas en Castilla.
—Hasta ahí te sigo.
—Aparte del miedo a la Inquisición, ¿qué otra razón podría mover a un individuo a ocultar su carácter de impresor de libros, y libros prohibidos?
—Pues no sé...
—Una pista: ¿en qué lugar del mundo se estudió la prohibición de toda clase de libros profanos?
Pereira abrió los ojos, de repente, como si viera la luz. Pero luego, como movido por un segundo pensamiento, se llevó la mano a la barbilla y dijo:
—Coño, no, no puede ser eso.
—¿Cómo que no?
—Si tenía su negocio en Sevilla, no podía ocultar su identidad. Incluso intentarlo sería absurdo.
—Eso mismo pensé yo. Pero luego...
—Luego, ¿qué?
—Miré de nuevo el catálogo informático.
—¿Cómo? Si ya habías buscado a Pablo del Río...
—Tú mismo lo has dicho: a Pablo del Río. Pero supongamos que Pablo del Río publique algún libro serio, es decir, religioso. Escrito en latín, por supuesto. En ese libro figurará su nombre como...
—¡Hispali, apud Paulum Fluminis! Pero... el catalogador se habrá dado cuenta, ¿no?
—¿Tú sabes el mundo en el que vives? La empresa que publica el catálogo ha contratado a una empresa especializada en bases de datos, que a su vez ha contratado a mecanógrafos sin preparación específica en bibliografía para introducir los datos de los catálogos de cientos de librerías de viejo en el ordenador. Como mucho, les dicen que quiten la terminación en -um. Resultado: hay un Francisco de Lyra que imprime en Sevilla, y otro que imprime en Híspalis.
—Joder, vaya fallo.
—Y que lo digas. La verdad es que me alegro de no haber comprado el programa.
—Bueno... Servirte, te ha servido...
—Volviendo a nuestro punto de interés: Paulum Fluminis había impreso libros religiosos, y por tanto tenía alguna posibilidad de pasar a las Indias. En cambio, Pablo del Río había publicado textos profanos, e incluso escandalosos, y podía encontrarse con dificultades. Un soborno al oficial adecuado podía abrirle muchas puertas, pero sólo si destruía su producción.
—Pero eso es absurdo. Él no podía destruir los libros impresos y ya vendidos.
—Ciertamente. Pero podía hacer correr la voz de que aquel Buscón se había impreso con un pie de imprenta falso, calumnioso para él. En todo caso, es probable que no vendiera esos libros en la misma Sevilla, sino que los enviara a otros lugares: es conveniente alejarse del lugar del crimen.
—Me parece que te estás inventando una película. En todo caso, para consultar el Archivo de Indias necesitarías una carta de recomendación.
—Ya lo sé. Por eso estoy aquí: para que Nájera me firme una carta. O mejor aún: para que me certifique que a él también se le ocurrió esta estúpida idea y que ha comprobado que está totalmente infundada.
—Pues lo llevas claro. Creo que Nájera está en un congreso esta semana.



© 2004 José G. Moya Yangüela. You can make copies of this post for personal use if you keep this notice intact.

2 comentarios:

José Moya dijo...

Si estáis buscando la lista de pasajeros a indias, podéis acceder a ella aquí (se publicó en el 99, así que mi personaje no puede usarla):
http://aer.mcu.es/sgae/index_aer.jsp

José Moya dijo...

Este es el único impresor o librero que obtuvo licencia para pasar a indias, según "Archivos Españoles en Red":
Gaspar de la fuente, librero, vecino de la villa de Alcalá de Henares, disce que tiene deudos en las probincias de Tierra Firme como es la ciudad de Lima en las indias rricos que le han enviado a llamar pra hacelle bien. Suplica a vuestra merced sea servido de darle licencia para que pueda pssar a las dichas provincias y su muger y dos criados que en ello la recibirá muy grande vuestra merced.
Y que Gaspar de la Fuente es un hombre de buena estatura, más bien flaco, pecosso de la cara de hedad de treinta años y su muger pequeña flaca morenita de rrostro de edad de beinte y dos años.
(Archivo de Indias, Indiferente, 2078, 123; © Ministerio de Cultura [del Reino de España])